Domingo 3º de Adviento – Ciclo A (Mateo 11, 2 – 11).
La pregunta con que encabezamos el comentario del evangelio de este domingo se la hace Juan el Bautista por medio de sus discípulos (porque él está en la cárcel) a Jesús. Es una pregunta que refleja una cierta sorpresa y un cierto desconcierto de Juan por la actuación de Jesús como Mesías. Quizá Juan esperaba otras palabras y otras conductas de aquel a quien había proclamado él mismo como el Mesías. La respuesta de Jesús tiene dos partes: en primer lugar, responde con hechos que confirman las profecías sobre el Mesías, y, en segundo lugar, vuelve a afirmar su admiración por Juan el Bautista.
“¿Eres tú?”: es, muchas veces, la pregunta que todos nosotros nos hacemos muchas veces en la vida sobre la presencia y la acción de Dios. También nosotros “esperamos” otras cosas, esperamos otro Dios, esperamos que Dios actúe de otro modo en el mundo y en nuestra vida. La sorpresa y el desconcierto de Juan el Bautista es también. Muchas veces, nuestra sorpresa y nuestro desconcierto.
Pienso que esta pregunta es muy necesaria para “situar” adecuadamente la esperanza del Adviento. Hablamos mucho de esperanza en este tiempo, y es bueno hacerlo. Pero, ¡ojo!, ¿en qué esperamos? ¿a quién esperamos? Porque, evangélicamente, no nos es lícito esperar cualquier cosa, sino que, fundamentalmente esperamos a Alguien. Y Alguien que viene a proclamar y a iniciar un mundo nuevo en el que se verán cuestionados muchos de los valores en los que nuestra sociedad se fundamenta.
“Los pobres son evangelizados”: así concluye Jesús la respuesta a Juan. Y añade algo significativo: “¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!”. Porque, entonces y ahora, resulta escandalosa la preferencia de Dios por los pobres. Escandalosa porque no nos la acabamos de creer quienes asociamos la bendición de Dios a la riqueza o al prestigio o al poder; y escandalosa porque, como los paisanos de Jesús, no nos acaba de gustar mucho ese Jesús tan amigo de pobres, leprosos, mujeres que sufren la enfermedad o el desprecio…
Hablamos del Adviento como tiempo de conversión. OK. Pero también nuestra esperanza está necesitada de conversión. Quizá no hemos de esperar que las cosas sean más fáciles, sino que el Señor nos dé la capacidad de afrontar las dificultades de la vida de otra manera; quizá no hemos de esperar que nos reconozcan y nos aplaudan por lo que hacemos sino que lo que hemos de esperar es que el Señor haga nuestro amor más gratuito; quizá no hemos de esperar tanto que Dios responda a nuestros deseos, sino que nosotros seamos más capaces de aceptar su misterio y su voluntad.
Darío Mollá SJ
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