Domingo 13 Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 9, 51 – 62).
La frase con la que encabezamos el comentario evangélico de este domingo es el comienzo de la segunda parte del evangelio de San Lucas. Tras una primera parte del texto lucano en que la acción de Jesús se desarrolla en Galilea, en esta parte segunda comienza un camino a Jerusalén, que acabará en el misterio pascual, tal como ya lo anuncia el evangelista: “cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo”.
Se nos presentan en el evangelio de hoy dos episodios: una discusión con Santiago y Juan a propósito de cómo responder al rechazo que Jesús experimenta en una aldea de samaritanos y el encuentro con tres personajes anónimos: dos de ellos se ofrecen a seguir a Jesús y a un tercero Jesús le invita directamente a seguirle. Voy a centrar mi comentario en este segundo episodio que nos pueda ayudar a nosotros como seguidores de Jesús.
Varias son las características de las llamadas de Jesús al seguimiento: su fuerza, su gratuidad, su libertad… Hay otra característica que aparece en distintos momentos del evangelio y en el de hoy: su claridad. Jesús nunca oculta, sino que más bien pone de manifiesto, que seguirle a Él es exigente y encierra dificultades y desafíos notables. Jesús nunca dulcifica ni enmascara las exigencias que conlleva seguirle a Él, sino que las expone de entrada con total sinceridad. El encuentro con estos tres personajes es ejemplo de ello y la respuesta que Jesús da a cada uno de ellos apunta a formas distintas de esa exigencia.
“El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” en contraposición con las zorras que tienen madriguera y los pájaros que tienen nido. ¿Qué es lo que la madriguera aporta a las zorras y el nido a los pájaros?: un refugio, un hogar, una seguridad. Seguir a Jesús es renunciar a seguridades y a refugios, es entrar en una dinámica de disponibilidad que no sabemos dónde nos va a llevar y de poner nuestra seguridad no en otra cosa que en las manos de Dios. Tan fuerte, y tan difícil, como eso…
“Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios” le dice Jesús a alguien que quiere enterrar ¡a su padre! La exigencia es incluso inhumana tal como está formulada. ¿Qué hay en el fondo de ello? La afirmación de que seguir a Jesús y trabajar por el reino de Dios va a implicar muchas veces renuncias afectivas muy costosas y de que en el centro del corazón del seguidor de Jesús, como en el de Jesús mismo, está la misión.
“Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios”: otra vez el reino de Dios, ahora como centro de los proyectos vitales. Una vez comprometidos en el proyecto del Reino otros proyectos o decaen o se reorientan.
Seguridades, afectos, proyectos… Seguir a Jesús lo cambia todo. Humanamente parece imposible. Pero nuestra humildad y la gracia de Dios lo van haciendo real.
Darío Mollá SJ
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