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Reconocer y aceptar el tiempo necesario

El término "discernimiento" es común en nuestro día a día. En el uso cotidiano, significa la capacidad de juzgar con sabiduría y elegir cuidadosamente entre muchas alternativas. Sin embargo, para los jesuitas, y especialmente para el Papa Francisco, "discernimiento" tiene un significado mucho más profundo. Se refiere a la práctica espiritual de tomar decisiones utilizando herramientas espirituales específicas. La tradición jesuita del discernimiento tiene sus raíces en los Ejercicios Espirituales, el manual clásico de oración escrito por San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas en el siglo XVI. Uno de los principales propósitos de los Ejercicios Espirituales es enseñar a las personas a aplicar el discernimiento en su vida diaria.


En el taller sobre discernimiento, pudimos entender las diversas maneras de comprender cómo Dios nos guía en nuestra vida diaria. El discernimiento siempre tiene lugar en el interior, y en esta experiencia se subraya que Dios se comunica a través de la humanidad individual de cada persona, es decir, a través de sus experiencias e historias personales. Durante el taller, se revisaron varias herramientas y ejercicios conocidos, pero trabajados desde una perspectiva más profunda. La atención se centró en el Evangelio y en el discernimiento que practicó Jesús. Se destacó la importancia de complementar el discernimiento con la oración y el acompañamiento, entendiendo que siempre es un proceso. En el discernimiento personal o al acompañar a otros, es esencial reconocer y aceptar el tiempo necesario, confiando en que la acción del Espíritu Santo es gradual. Adoptar esta forma de vida permite acompañar los cambios y procesos de los demás. Desde mi perspectiva, fue una excelente oportunidad para reconsiderar diversos conocimientos y hábitos cotidianos. Fue una invitación a profundizar en esta valiosa herramienta, que trasciende el momento presente y nos impulsa a pausar en medio del caos diario.


Destaco especialmente el ejercicio diario de “rastrear” la obra de Dios en nuestra jornada, utilizando tres elementos clave: gratitud, perdón y esperanza de cambio. Este ejercicio, en clave de don, permite revisar el día con la pausa ignaciana. Para mí, el taller de discernimiento fue una experiencia enriquecedora y útil en este momento de mi vida, caracterizado por cambios y crecimiento personal. Me ayudó a ver las cosas con más calma y a sentirme acompañado por Dios en el proceso. Junto a los talleristas y otros participantes, descubrimos y compartimos la forma en que San Ignacio nos enseña a entender nuestras acciones y elecciones, y a definir nuestro destino. Las herramientas y pautas proporcionadas en cada encuentro permitieron que el taller trascendiera los lunes en el Hurtado, enriqueciendo nuestro proceso mediante la oración y reflexión diaria.


Agradezco a los talleristas por su dedicación y pasión al transmitir sus enseñanzas. Recomiendo sinceramente este taller a quienes deseen profundizar en su fe y fortalecer su vínculo consigo mismos.


Mauro Mederos (Ecute)

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