Me han invitado a escribir un testimonio de mi vida en Uruguay. La verdad es que hay tanto por compartir: personas, anécdotas, más aún en esta etapa de pandemia que cada uno carga sobre sus espaldas. He decidido compartir contemplaciones de mi experiencia personal y comunitaria, a través de un itinerario de cuatros momentos (paradas), no necesariamente de manera ordenada.
Estos son: i) La incertidumbre, ii) Las tensiones, iii) El Reino de Todos y iv) La comunidad. Todas ellas desde el proceso personal-comunitario durante estos meses en pandemia.
i) La incertidumbre
Me gustaría empezar recordando a Ignacio y su llegada a Manresa. Un lugar que él no esperaba quedarse mucho tiempo, incluso lo consideraba como un lugar de paso; pero donde terminó viviendo casi un año. La hondura de su experiencia cala mucho en días actuales.
Al igual que Ignacio a su llegada a Manresa, fuimos muy incrédulos con los sucesos y los efectos al inicio de la pandemia. Aquí las ansiedades y los temores han tomado un papel protagónico en los procesos personales y familiares. La incertidumbre ha sido una fiel compañera, especialmente en los momentos más agudos de la pandemia. Creo que ninguno de nosotros se ha imaginado el tiempo que iba a durar todo esto y mucho menos los efectos que estamos presenciando hoy en nuestros días.
En medio de esta incertidumbre, que todavía se mantiene, me atrevo a meditar sobre la libertad desde nuestra espiritualidad, que implica el deseo de actuar siempre en una actitud más plena. La auténtica, la despojada en Él. La invitación a acercarse más y presenciar que es lo que el Padre desea en cada uno en estos días de tanta incertidumbre. Hacernos indiferentes desde lo laboral, personal y académico. Ir al lugar donde se hace a un lado la conquista y la confianza de nuestras propias fuerzas y convicciones, y retomar la confianza de recibir todo de Dios, porque todo es de Él.
Al igual que Ignacio, él encuentra su libertad, su “sentirse” hijo amado por primera vez en aquella cueva de Manresa. No fue un viaje fácil para él, asumió riesgos y rupturas, todas en clave de angustia; pero siempre fue fielmente acompañado.
La incertidumbre de la pandemia es una oportunidad e invitación, para retomar nuestras esclavitudes inconscientes, nuestros temores y ansiedades; y ponerlas frente al Padre. Ser como Jesús con el Padre, de afinar nuestras afecciones sobre Él y mucho mejor si es en comunidad.
ii) Las tensiones
De los muchos desafíos y crisis que surgen desde la pandemia, para nuestras realidades laicales, esta se ha traducido en un cambio drástico en nuestra forma de vida y relaciones con los otros. Por lo que la pandemia genera condiciones acentuadas en nuestros procesos recurrentes.
El cuidado de los niños, la familia, el trabajo, los estudios, las aspiraciones, las relaciones interpersonales; todos ellos se han condicionado por la virtualidad y el aislamiento. Todos ellos exigen, todos ellos nos tensionan. Por lo que el aislamiento o las distancias que han permeado la realidad toda, no solo alejan sino que tensan nuestros vínculos también. Es aquí donde se ha de poner atención a la confrontación de espíritus que surgen.
Toda tensión que experimentamos, es un caldo de cultivo de confrontación de espíritus, pero que también lleva al sendero del discernimiento. Que es nuestra mejor respuesta auténtica a la palabra de Dios en cada situación de nuestras vidas. Hay que escuchar a las mociones, identificarlas y ponerles nombres. Cada vez considero más, que estas tensiones son simplemente el resultado de nuestra coherencia entre misión y oración, porque nuestra espiritualidad es inevitablemente conflictiva y dinámica. Pero que necesitan ser adecuadamente interpretadas en acompañamiento. Necesitamos orar más, y considerar que todo lo que hacemos, nuestra vida misma, es misión; pero necesitamos traducir nuestra oración en todos nuestros movimientos. Contemplar más nuestra vida y relaciones con el resto.
En este contexto, creo que podemos imitar muy bien a Jesús, porque su misión fluía de su oración, su oración lo dinamizaba y lo lanzaba al mundo, y el mundo le provocaba sentimientos y mociones que le hacían volverse a su Padre en oración (EE.EE. 262 - 273). Nuestras realidades durante todo este tiempo, se vuelven un lindo escenario para contemplar a Jesús Laico en su vida oculta, como una vida tensionada y condicionada como la que vivimos cada uno de nosotros, y que con el correr de los meses se ensancha en misión a través de la oración.
Desde nuestras realidades particulares, urge volver a la oración contemplativa y considerar nuestra realidad nueva, como nuestra misión concreta en una vida <<post-pandemia>>.
iii) El Reino de Todos
Durante el último trimestre del 2020, tuve la oportunidad de asistir una vez por semana al Rincón de Todos. En realidad tenía tanta curiosidad por la obra de la CVX Nacional, que decidí ir a dar una mano en lo que necesitaban. Al principio fui a dar clases de nivelación de Física, no era mucho, pero fui a dar lo que tenía (o podía). La virtualidad ha traído sus bondades pero también agudizó la pedagogía escolar en muchas de las instituciones educativas del país. Eso permitió que yo entrara a dar una mano.
Con el correr de las semanas, pude hacerme más espacio en otras tareas, nada del otro mundo. A veces pensaba que estorbaba más de lo que ayudaba, pero al menos fue lo suficiente para seguir colaborando. De a poco, el El Rincón se convirtió en un espacio de descanso, un lugar que a ratos sólo iba a estar para quedarme con nombres e historias.
Las miradas, la ocurrencia de las niñas y niños, los juegos de la Aldea, el apoyo en matemáticas, la energía del equipo formador, todo. Hay una mística que atrae y prevalece.
La pandemia es una crisis como ninguna otra, porque afecta a la mayoría de la humanidad. Pero es especial solo por su visibilidad, Soñemos Juntos (2021). Existen otras crisis igual de agudas, cercanas o lejanas, que muchas veces nos cuesta presenciar por considerarlas demasiado distantes. Algo que incluso a Ignacio no le fue esquivo en su experiencia en Manresa, por su estancia en el hospital de Santa Llúcia. No estuvo distante de los más pequeños.
El Rincón es un hospital de campaña, un lugar de sueños y anécdotas; es un oasis en medio del desierto para todos los niños y niñas que asisten. Todos ellos se sienten acogidos y queridos ante las distintas dificultades que viven en el día a día, y lo fue mucho más durante la pandemia. El Taller es un regalo para los niños y al barrio. Dios es muy generoso con ellos porque se encuentra encarnado de forma auténtica y sencilla en ese lugar. El sentir de Dios no es tenue.
Cuando regresaba a casa, a ratos solía cambiarle el nombre como: “El Reino de Todos”.
iv) La comunidad
Desde el testimonio de mi comunidad, cada miembro ha vivido con sus desafíos personales y familiares. Han existido ratos de cotidianidad y ligereza, la adaptación a la realidad no fue sincrónica. Cada uno lo ha llevado a su ritmo y posibilidades. Los sueños y aspiraciones a ratos se cumplen, otras veces se han difuminado. El vaivén del nuevo ritmo de vida repercute también en nuestros cuerpos comunitarios y familiares.
Durante este tiempo de vida “virtual” comunitaria, hemos sido testigos, más a distancia de lo que nos hubiera gustado: de las partidas de seres queridos y amados, o la convalecencia de hermanos y hermanas. Desolaciones que han formado parte de este viaje que a ratos la realidad actual la lleva un poco más pesada. Toda una humanidad chiquita que gime dolores de parto (Romanos 8, 22).
Por otro lado, hemos presenciado nuestras consolaciones y victorias, de las mociones que surgen en las reuniones y de la vida misma. De los nacimientos de nuevos miembros familiares y las vidas que han decidido unirse durante esta etapa de incertidumbre. A su vez, esta nueva dinámica, ha permitido que más miembros que se distanciaron por proyectos de vida en el pasado, hayan regresado para mantenerse en común. Por muy virtuales que se hayan vuelto las reuniones, estas siguen siendo la mesa donde el pan que se parte y genera vida para lo que nos hemos permitido afectar en unión.
Si bien la distancia es y sigue siendo un obstáculo de encuentro fraterno, el esfuerzo de sus miembros y la caricia del Espíritu, han sido fieles instrumentos de prevalecer en estos espacios que forman parte de nuestro estilo de vida. Soy consciente que no todas las comunidades han corrido con la misma suerte, las circunstancias varían para cada realidad, pero mi comunidad en pandemia ha sido el sostén de mi experiencia personal. Aquella luz que ha sabido mantenerse en la oración y acompañar desde lo poco que uno dispone. Ahí, como la comunidad de Juan encontraba a Jesús, encontraba la vida, e iban degustando del encuentro (Jn 6, 51-58). Es ahí donde hemos sabido mirar y escuchar, atentos y con trabajo, porque el misterio inabarcable de la palabra surge desde la búsqueda incesante de sus discípulos. Y quién sabe, tal vez el haberse mantenido unida y ensanchada, sean signos de lo que implica ser una comunidad apostólica y profética durante todo este tiempo.
David Escandón (San Ignacio)
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